A comienzos de marzo, fue declarada la situación de emergencia en toda Italia a causa de la epidemia covid-19. Desde entonces, cesaron las actividades didácticas presenciales en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, y los seminaristas y formadores hemos permanecido en el recinto del Sedes Sapientiae, deseando colaborar lo máximo posible con las autoridades para evitar la difusión del virus.
Aunque aislados físicamente, hemos estado acompañados por muchas personas, y seguimos estándolo, desde el comienzo de esta situación: como describimos con más detalle en otro artículo han sido numerosísimas las llamadas y casi incontables los mensajes llegados desde los cuatro puntos cardinales interesándose por cómo estábamos y asegurando oraciones: parientes, amigos, sacerdotes antiguos seminaristas del Sedes, benefactores, personas que hemos conocido con ocasión de nuestro trabajo pastoral en Italia… Y, por supuesto, nuestros Obispos. Todos se han volcado y se vuelcan con nosotros, que procuramos corresponder rezando más generosamente por quienes más lo necesitan en estos momentos y ofreciendo por ellos las molestias que se derivan del encerramiento.
El ambiente en el Sedes Sapientiae es de serenidad. Nos atenemos a un horario fijo de trabajo, encargos y momentos dedicados a la oración, que marca la pauta todos los días y nos ayuda a aprovechar el tiempo. Muchos profesores de la Universidad de la Santa Cruz están dando sus clases online, y rápidamente nos hemos familiarizado con los instrumentos que facilitan seguirlas y, en su caso, formular preguntas: YouTube live con su chat, Skype y Zoom han sido algunas de las plataformas más usadas. Aunque también hay profesores que prefieren grabar su lección en un simple mp3: siempre es posible ponerse en contacto con ellos más tarde para aclarar dudas o profundizar. Como además tampoco faltan los docentes que han aprovechado la circunstancia para pedirnos algunos trabajos escritos, la conclusión es que posiblemente estamos dedicando al estudio más horas de las que sumábamos en condiciones normales.
También hay quienes se han propuesto mejorar la propia formación cultural, leyendo algún libro valioso, viendo un film de mayor calidad, realizando visitas virtuales a museos… En esta línea, el Colegio incluso nos ofreció la posibilidad de participar delante de la pantalla en una interesante conferencia que un experto nos dio online sobre su especialidad: el cambio climático y el calentamiento global. En fin, al menos se variaba un poco de tema y de pensamientos, olvidándonos por algunos momentos de la emergencia sanitaria.
Aunque, como se sabe, el Sedes Sapientiae no dispone de un jardín amplio (algún precio hay que pagar por nuestra ubicación en pleno centro histórico de Roma), el que hay se ha demostrado suficiente para que los aficionados al jogging trazasen un recorrido que les permite quemar energías diariamente. Otros han hecho lo mismo en el gimnasio, con ayuda de algunas bicicletas estáticas y máquinas de pesas. Junto a eso, el trabajo en la sacristía, el cuidado del jardín, el mantenimiento de la casa, la limpieza periódica de las ventanas, el lavado de platos y preparación del comedor, y otros encargos también nos han ayudado a estar ocupados y sirviendo a los demás, cosa quizá especialmente sana en estos momentos.
Y, por supuesto, en ningún momento ha cesado la actividad formativa, así como el cultivo de nuestra vida espiritual. Hemos seguido muy de cerca las palabras que el Santo Padre ha dirigido repetidamente a los católicos ante esta situación, y hemos secundado lo mejor que podíamos las invitaciones del Vicario de la Diócesis de Roma para ofrecer un día de ayuno el miércoles 11 de marzo, y del Papa y la CEI para ofrecer el rezo del rosario por Italia el 19 a las 9 de la noche. También hemos procurado unirnos de corazón a las exhortaciones pastorales de cada uno de nuestros Obispos.
Procuramos abandonarnos en las manos del Señor para que, con su gracia, estas circunstancias humanamente difíciles signifiquen para cada uno de nosotros un crecimiento interior en fe, esperanza y caridad; y para que desde aquí podamos ayudar por medio de la comunión de los santos a tantos hermanos nuestros que están sufriendo en este querido país que nos acoge y en otros lugares del mundo.