En el verano de 1263, durante una Eucaristía celebrada en el templo de Santa Cristina, en Bolsena, ocurrió un prodigio que marcaría la historia de la cristiandad. A través de una Hostia consagrada, de la cual brotaba sangre, el Señor recordaba a la humanidad la promesa que reporta el evangelista San Mateo: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).
El 19 de septiembre, peregrinamos a la catedral de Orvieto, donde se custodian hasta nuestros días las reliquias del milagro. Tras haber celebrado la Eucaristía sobre el altar en el que reposa San Félix, sor Mariam Kidane del Instituto del Verbo Encarnado, nos explicó la historia del milagro, así como la teología de las obras de arte que adornan el interior del duomo. Sor Mariam compartió con nosotros la experiencia que las siervas del Señor y de la Virgen de Matarà viven al servicio del Santuario.
Estando en la capilla del Santísimo Sacramento, donde también se conserva el corporal del milagro, cantamos el Adoro te devote. La oportunidad de cantar este himno eucarístico compuesto por Santo Tomás de Aquino, precisamente en el lugar donde el texto fue escrito, permanecerá como un bellísimo recuerdo en el corazón de quienes peregrinamos a Orvieto 757 años después del hecho que originó la fiesta del Corpus Domini.
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